Distrito de Illawarra, Australia, 4 de febrero de 2015.
Maestro Samuel de Panoptia.
Tema: “El poder de la oración – La Oración.”

Recibido por George Barnard.

Maestro Samuel: “Todos hicimos lo que a menudo hacemos –dedicar un largo momento para alejar nuestros pensamientos de los innumerables asuntos que se esconden en el fondo de nuestras mentes y que desean presentarse con urgencia. Ya estamos listos para decir una breve oración.

“Querido Padre, Creador de todo, venimos a Ti, esta vez muchos de nosotros, para suplicarte sinceramente por la situación actual en nuestro mundo. Hay tanto malestar, tanta infelicidad, pobreza y desesperación. Te pedimos, Padre, despertar en los corazones y almas de toda la humanidad su razón de ser en esta tierra, y que todos arreglen con sus hermanos y hermanas los desacuerdos y las desigualdades que tanto dañan a nuestra sociedad. Te damos las gracias, Padre. Amén”.

George: “Te escucho, Samuel. Lo que necesitamos son unos cuantos miles más como Susan (Kimsey), Bill Kelly, Rick (Giles) y Gerdean –todos ellos partieron demasiado pronto. Necesitamos miles, que hablen todos los idiomas, que no tengan miedo a decirle a los banqueros que dejen de jugar con el dinero que no es suyo y que no aseguren a sus colegas para reclamar grandes pagos por sus partidas antes de tiempo. Necesitamos voces de receptores para avergonzar a los políticos para que sirvan a quienes votaron por ellos, y que dejen de ayudar a un pequeño grupo de dudosos amigos.

“Lo que necesitamos es que los bancos centrales dejen de imprimir papel moneda, que dejen de enviar mensajes bonitos y que distorsionen los mercados. Mejor aún, que no haya bancos centrales en lo absoluto. Necesitamos fábricas que hagan cosas que valgan la pena en lugar de hacer armamentos. Y más importante que todo ello, siento que necesitamos medios noticiosos que no tengan miedo a la verdad. ¡Eso sería un buen comienzo! Y sería mejor que el tibio e iluso ‘todo está bien’ cuando el planeta entero está en crisis. Necesitamos un mundo en donde la muerte ya no sea casualmente clasificada como un daño colateral.

“No tengo que preocuparme por mi posición como profesor. A los 75 años, me siento como de 200, pero todavía puedo decir lo que siento... sí, lo digo tal como lo veo. En el siguiente nivel tal vez existan algunas restricciones. Es suficiente. Digo ‘Amén’.

“Ya estamos con muy buen ritmo. ¿Quién sigue?”

Samuel: “Ahora tomen otro descanso. Regresaremos pronto.”

Traducido por Perla Téllez Garza.

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