Solo para profesionales
Desde el escritorio de George Barnard – 5 de enero, 2019.
Como todos los receptores de los que escuchan a través de la Lista de Progreso 11:11, nosotros tratamos con los Celestiales casi a diario. Eschuchamos sus lecciones, pero no les hablamos con frecuencia porque ellos conocen nuestros pensamientos y, si se les permite responder a nuestras preguntas, sus respuestas llegan incluidas en sus lecciones.
Hubo una época en la que hacía sanaciones todos los días, algunos días sanaciones muy largas, pero ahora mayormente “tomo notas” para el Escriba de Damasco. Sin embargo, la seria operación de la pareja de un migo mío humano me devolvió ocasionalmente a mi modo de sanador.
La compeñera de mi amigo, “X”, había sufrido de escoliosis por mucho tiempo y el problema había empeorado hasta volverse crítico. La operación tomó 16 largas horas mientras los doctores pusieron dos barras de acero inoxidable conectadas a lo largo de su columna. Hacía algunos años se me había dicho que a esa mujer no le agradábamos ni yo ni mi esposa, porque teníamos amigos misteriosos y hablábamos con espíritus invisibles, y la señora nos lo había dejado muy claro. Me pareció lo más sensato invitar a mi Maestro de hace mucho tiempo, el Dr. Mendoza, a unirse a mi en esta sanación.
El Intermedio Dr. Mendoza (MNO-8) y yo llegamos juntos a la sala de cuidados intensivos, a solo 3 pulgadas de la mujer, envuelta en vendajes y yaciendo boca abajo sobre su estómago. A continuación, con rapidez di un paso hacia atrás y el Dr. Mendoza dio unos pasos al frente y comenzó a aplicar una sanación tipo Reiki que me enseño muy bien en 1973. Al parecer, “X” solo permitía que la trataran profesionales, incluso si eran “misteriosos” Celestiales y Maestros por largo tiempo. ¡Asombroso!
Solo por unos pocos momentos observé al Dr. Mendoza en acción mientras la sanaba sin tocarla y sin ceremonias fui sacado por una ventana de un primer piso. Me sacaron del cuarto, bajando por el lado del edificio. Ciertamente, mi presencia allí no era deseada. Nunca antes alguien me había demostrado tanto temor de mis Maestros y de mi conocimiento de la vida después de la muerte. Aparentemente la señora jamás se percató de que el Dr. Mendoza con su bata blanca y el estetoscopio en su cuello era uno de mis “misteriosos” amigos.
No estoy seguro si regresaré a ese hospital privado a hacer una sanación para “X”, pero si lo hago debo estar preparado para cualquier cosa y para sentarme al lado de la ventata. Tal vez deba dejársela a mi Maestro/Intermedio el Dr. Mendoza.
Que Dios nos bendiga a los confundidos mortales,
George Barnard.
Traducido por Nelson Navas.
© Grupo de Progreso 11:11.
Todos somos uno en nuestra Raíz Espiritual de origen —
ABC-22, 1972.