Un auditorio lejano
Desde el escritorio de George Barnard – 6 de diciembre de 2014.

Anoche, apenas después de las 11 pm, decidí entrar en un estado meditativo. Quizás alguno de nuestros muchos Amigos Celestiales podría decidir hablar con nosotros. Tal vez simplemente estábamos muy cansados como para una lección.

Instantes después de una sacudida algo violenta, me encontré en un lugar que ya había visitado hace mucho tiempo con motivo de una plática, por cierta información que urgía en otro momento. Sabía que estos auditorios estaban ubicados en Mansonia Uno. De forma rectangular, hechos de enormes bloques de piedra azul, estos teatros no tenían techos ni tejados. Por un momento estuve solo. Después entraron tres maestros, seguidos inmediatamente por unos 60 estudiantes.

En el pasado frecuentemente me preguntaba sobre las diferentes estaturas de tales estudiantes –desde apenas 80 cm hasta casi 2.4 m. Aún más sorprendente era la rapidez con la que se formaban. En ‘un abrir y cerrar de ojos’ formaron un círculo parcial alrededor del maestro, pero se las arreglaron para no estorbarse entre sí. De esta manera, los más pequeños estaban enmedio de la fila frontal, y los más altos en la fila trasera en ambos extremos. No hubo ni una llegada tarde.

Esta tenía que ser una clase aleatoria, pues todos llevaban diferentes túnicas que identificaban los gustos de vestir particulares de sus planetas natales. Indudablemente estaban dotados de alguna clase de mente en común, pues encontraron sus lugares muy rápidamente –como un banco de peces, todos girando al mismo tiempo, o una bandada de pájaros volando juntos en círculos. Me pregunté cuánto tiempo podría tomar esto en la tierra, y qué tan ruidoso sería.

En este teatro de piedra azul, no podía escucharse ningún ruido. El maestro principal indudablemente era un Melquizedek. Él hablaba, pero yo no podía escucharlo. Los dos que estaban de pie a su izquierda también podrían ser Melquizedeks, pero no había nadie a quien preguntarle. Nadie podía verme en ese teatro, un verdadero auditorio Akáshico, y finalmente concluí que solo estaba presente mi Ajustador de Pensamiento y que no me había movido.

Además de una pantalla en la cabeza del maestro, no había ningún mueble en ese teatro. Todos estaban de pie, todo el tiempo –todos hombres y mujeres aptos.

Hace años le dije a un amigo, ‘cuando me voy a dormir siento una sacudida, y después me rompo en pedazos, tanto así que puedes encontrar piezas de mí regadas por todos los universos’. Me di cuenta de que tales sugerencias solo provocaban cejas arqueadas. En realidad, mi Ajustador de Pensamiento tiene asuntos que dirigir cuando duermo, y en algunas ocasiones, no muy seguido, me doy cuenta de qué se trata todo esto.

Y este es tan solo un pequeño pensamiento de George Barnard.

Traducido por Perla Téllez Garza.

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